23/2/14

MEDITACIÓN AL EVANGELIO DEL DOMINGO

LITURGIA DEL DOMINGO
VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA PALABRA DE DIOS

Primera Lectura
“Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 1).
Salmo Responsorial
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia” (Sal)
Segunda Lectura
¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1Cor)
Evangelio
“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”.(Mt 5, 38 – 48)


REFLEXIÓN
Recepción de la Palabra
La palabra de Dios de éste domingo nos hace caer en la cuenta de la orientación que ha de tener nuestra vida. 
El Señor pide ir más allá de los cálculos humanos, asemejarnos al amor de Dios: Él no condiciona su amor a nuestro comportamiento, sino que es siempre fiel a nosotros, aunque nosotros le seamos infieles. 
El proyecto originario de Dios es que nosotros participemos de su misma vida, de su mismo amor, que seamos perfectos como Él es perfecto. 

Jesús recuerda la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Él va más allá de aquella antigua norma. En el texto aparecen cinco ejemplos de exigencias incómodas: los que agravian, abofetean, pleitean por la túnica, exigen compañía y piden dinero prestado. El Maestro exhorta a sus discípulos a que no rehúyan a estos insolentes, aprovechados o impertinentes.

Su mensaje sugiere tres actitudes contrarias que suponen un heroísmo más que habitual: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. No se trata de caer en un victimismo enfermizo. Se trata de aprender a amar con gratuidad. Amar a los que nos aman y saludar a los que nos saludan es normal. Hasta los paganos lo hacen. Al creyente se le pide algo más.

¿Cuál es la razón para ese comportamiento tan generoso? No puede ser ni la cobardía ni la comodidad de quien no sabe o no quiere defenderse. Tampoco puede ser la falsa bondad de quien espera ser aplaudido por la sociedad. Sólo hay un motivo. Hay que poner amor donde no lo había… porque eso es lo que hace Dios. Antes de ser una exhortación moral, el texto es una revelación del mismo Dios.

Señor Jesús, con tu palabra y con tu ejemplo nos has enseñado que no basta con olvidar las ofensas ni basta con perdonar al ofensor. Es preciso aceptarlo y amarlo como a un hijo del mismo Padre común. Sabemos que no es fácil. Que tu luz nos ilumine. Amén.

José-Román Flecha Andrés



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